Todos los años soy la encargada de armar el arbolito. Frutis confunde a San Pedro con San José, así que pretender que entienda de tradiciones en un imposible que me ahorro y me pongo traste arriba a armarlo yo.
Y todos los años, desde hace 33, deseo que las Fiestas sean un acontecimiento de metamorfosis espiritual familiar, pero no, todo se mantiene inalterable:
- la tía Norma no se muere, pese a que hace 30 años que la escucho quejarse de las mismas enfermedades y hace 30 que me pregunta cuándo voy a traer el novio que tengo escondido;
- mi abuela, que asegura que este año sí que no alcanzan las empanadas, pero siempre hace la misma cantidad;
- mi tío Jorge, que al tercer porrón ya se encurda mal y empieza a ver lindas a mis tías las feas;
- mi primo Fabián, que se cree el más pistola del grupo con sus 36 años, pero que tuvo 6 novias que lo dejaron por tener una pelotudez atemporal digna del Eternauta;
- mi tía Ada, que le ruega a su mazo de estampas religiosas perdón por los pecados de toda la familia, mientras reniega con los postizos y el turrón;
- mi cuñado, que le discute a mi hermano que Boca es superior a Independiente, porque una vez en el año ’79 le ganó con dos jugadores menos, el arquero lesionado y un defensor poliomielítico;
- mi primo Ruchi (¿había que ponerle apodo tan infeliz llamándose más infelizmente Atahualpa?), que enumera los modelos mejorados que sacó John Deere este año, mientras no se decide a cambiar su tractor modelo 90;
- mi papá, que desde el 15 de diciembre se viene quejando que a él siempre le toca asar, mientras el resto llega cambiadito y fresco a sentarse;
- mi hermana, que me pregunta cuándo voy a sentar a Frutis a la mesa, no por un sentimiento friendly solidario, sino porque nunca fue a un velorio y quisiera palpar la muerte familiar en vivo;
- todos los demás, que alternan entre mirar el plato, criticar al que no fue, cuidar los chiquitos y los enchufes, preguntar por los exiliados de la familia, por el nuevo décimo noveno novio de Martita, santiguarse por los que ya no están, cuetear desde las 8 de la noche, reponer el chupe, revolver el clericó y hacerle viento a la nona cuando le da un vahído;
- y yo, que miro a uno y otro lado, procurando identificar al que contorneó en mí esta aversión por las Fiestas, que me pregunto una y otra vez qué mala cosa hice para merecerlos, mientras saludo a Jesús por su cumpleaños y le agradezco por tener a toda mi familia peligrosamente unida un año más, y de tenerla a Frutis, que en definitiva es la única que la tiene clara con el acoplado de Mantecoles que se compró para aguantar los festejos.
Chin Chin.