Bitácoras de un viaje de mierda.

Viajar con dos lesbianas que se aman siempre es augurio de un viaje de mierda. Conocí varios puntos del país, no lo voy a negar, pero yo con las tortas no la voy.
Frutis, que si no dormía en el Howard Johnson se negaba a alojarse; Fluor, que le daba lo mismo el Rancho ´e la Cambicha. Y así estuvieron, una noche y una noche: la primera en un Howard, con hidro y fangoterapia; la segunda, con la alpargata en la mano cazando las vinchucas tamaño vagón en el hospedaje que eligió Fluor.
En el Valle de la Luna fue la primera pelea: Fluor pretendía traerse una piedrita de recuerdo y Frutis amenazó con denunciarla a la Unesco. El segundo round fue en Talampaya: Frutis emocionada hasta las lágrimas diciendo que lo que veía era sublime, Fluor acotando que si lo que decían ver era una geoforma de catedral, su traste era un paracaídas multicolor.
Perdón, olvidé presentarme. Mi nombre es Sor Nogolí. Frutis me compró en Palermo Soho para regalarme a Fluor, y desde entonces viajo en el asiento trasero de su auto.
Detesto profundamente a estas dos lesbianas asquerosas.